Por Federico Bagnato
¿Que qué pienso? ¿Es por mi cara? ¿Es porque no hablo mucho, o solo porque la que piensa sos vos, y en ese pensamiento, donde te desnudas en debilidad, me pensás a mí? Yo lo hago, pienso todo el tiempo. Pero esto no se trata de mí; hablamos de que parece que pienso, hablamos de vos. Pero te voy a decir que sí pienso, lo hago todo el tiempo. Si me pagaran por hacerlo… pero lo hago gratis, porque ya pensé en algo que me diera de comer, en una familia y buenos estudios. Ahora puedo pensar en cualquier otra cosa, mientras piense que nada se va a desmoronar, mientras todo quede como alguna vez lo he pensado, en el sólido estado en que lo concebí, habiéndolo pensado seria y cuidadosamente. Pero pienso que eso no es posible. Así que pienso en otras cosas, como que tener éxito es una locura, o que hablar de cosas complicadas con otras personas es perder el tiempo. Y pienso en las buenas tortas negras, lo deliciosas que son y sobre a quién se le habrá ocurrido llamarlas así. También pienso que podría desaparecer y no lastimar a nadie, pero cualquiera sufriría por la magnitud de la mentira… a menos que desaparecer significara quitarme la vida, lo que también sería muy doloroso para quienes me quieren de verdad, como algunos familiares. ¡Y pensar se vuelve en algo terrible cada día que estás deprimido! Porque se enciende la tele y se ven personalidades exitosas o actores interpretando desgracias impecablemente reproducidas por grandes productoras. Y algo así es suicida, por eso lo pienso dos veces… ¿Que qué pienso? No estás preparada para oír lo que pienso. Primero deberías preguntarte si realmente quieres escuchar lo que esa respuesta puede significar. Porque si te respondiera ahora, dejarías de pensar todo eso lindo que pensás de mí, y a esta altura de tu vida no tiene sentido… Hija, vamos a seguir jugando a que tú eres una simple niña y yo un padre mentiroso. Y cuando pase el tiempo y lo olvides, ya no tendrás la necesidad de volver a pensar.